La identidad se construye colectivamente y, de la misma manera, en este libro, nombrar el trauma de la violencia se hace de forma polifónica y no a través del aislamiento o incluso del autocuidado que normalmente tiene que resolver la víctima singular del yo, sujeto neoliberal. ¿Cómo salir de ese dilema? ¿Cómo narrar la supervivencia y no sólo la victimización? ¿Cómo hacer espacio para el dolor personal dentro del dolor colectivo? Bien cita la autora, “nunca hay una sola víctima” y las voces de Por qué volvías cada verano nos lo dejan claro. Por eso, como escribe Belén López Peiró,…